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jueves, 2 de abril de 2015

SOMOS EL TEMPLO DE DIOS

¿Nos hemos preguntado alguna vez que significa la construcción del templo de Dios y que tiene que ver está construcción tan maravillosa con nuestros cuerpos? Deseo hacer un pequeño recuento de la historia del templo de Dios en tiempos de la antigüedad y así podremos comprender un poco más que nuestros cuerpos físicos, hechos a imagen y semejanza a Dios, fueron hechos para que Él mismo reinara dentro de nuestros corazones.
Para mejor comprensión se citan varios textos de referencia tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Les invito a escudriñar con calma.
Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo. Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir; pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.
Hebreos 3:3-6
Los primeros nueve capítulos de 2ª Crónicas giran todos ellos alrededor del templo. El libro comienza con una visita de Salomón al tabernáculo en la ciudad de Gabaón. El tabernáculo, que había sido el centro de la guía de Dios al pueblo durante todo el viaje por el desierto, los días de los jueces, los reinados del rey Saúl y del rey David, se encontraba en la ciudad de Gabaón. Salomón va allí a presentar una ofrenda, pero el relato pasa de inmediato del tabernáculo al emplazamiento del templo que había comprado David en Jerusalén. Esto simboliza el hecho de que cuando el Señor Jesús gobierna como rey en nuestra vida y nos sometemos a su señorío, ya no tenemos una relación con el tabernáculo que nos siguió durante nuestra experiencia de altibajos y caminamos en una relación más permanente en la que el rey de Dios está gobernando y andando a la luz de la casa de Dios y fue en Jerusalén donde él puso su nombre.
En el capítulo dos el relato muestra cómo mandó Salomón que construyesen el templo, como una imagen de Cristo el Príncipe de Paz, que le concedió el honor de edificar el templo. De este modo representa la imagen completada en el Nuevo Testamento, donde el mismo Señor Jesús es el que edifica el templo del espíritu humano. Recuerde que en Hebreos se nos dice que Moisés tuvo honor en la casa de Dios como siervo, pero Cristo tuvo más honor, de la misma manera que un constructor que edifica una casa tiene más honor gracias a la casa misma. (Heb. 3:3-6) Cristo es el constructor, es el que hizo el templo de nuestro cuerpo que contiene el santuario del espíritu.
Esta es la imagen del templo físico que se describe aquí. ¡Debió de ser un lugar verdaderamente hermoso! Era pequeño en comparación con otros templos, pero de una belleza incomparable. Todo su interior estaba completamente revestido de oro, todo estaba hecho de oro. En un pasaje de 2ª Crónicas dice que en los tiempos de Salomón la plata se consideraba como algo de escaso valor. Los muebles, a excepción del arca del pacto, eran nuevos. En otras palabras, este templo es un nuevo comienzo. Muchos de nosotros hemos experimentado esto cuando, de manera inteligente, consciente y con una intención permanente, nos hemos rendido al señorío de Jesucristo y fue como si hubiésemos nacido de nuevo. Fue como un nuevo principio ¿no es cierto? Por eso es por lo que hay ciertos grupos que piensan que existe una segunda obra, realizada por la gracia porque es una experiencia tan gloriosa de liberación, de alivio y de victoria que dicen que es realmente algo nuevo y diferente, aunque de hecho no lo es. Es más bien la realización de todo lo que existía ya en potencia. Cuando recibí al Señor Jesús, el Espíritu de Dios vino a morar en mi vida, pero puede que ya llevase allí muchos meses o incluso años, antes de que yo llegase a la plena comprensión de lo que significa la sumisión voluntaria en obediencia al señorío de Cristo. Esa es la imagen que se nos presenta aquí con respecto al nuevo comienzo del templo. Todo ha sido hecho nuevo a excepción del arca del pacto, la garantía de que Dios no necesita renovarse.
La oración de Salomón en el capítulo 6 muestra que el templo había sido construido también como restauración por el pecado. Siempre que las personas se encontrasen en circunstancias de fracaso espiritual o sometidas al castigo de la cautividad, debían recordar que si oraban con fervor, confesando con sinceridad su pecado, Dios les escucharía, sanaría sus corazones y les restauraría al lugar que les correspondiese. Cuando Salomón hubo concluido su oración, mientras el pueblo esperaba en el atrio del templo, descendió fuego del cielo y consumió el sacrificio que estaba sobre el altar y el templo se llenó de inmediato con una nube de gloria, de modo que el sacerdote no podía entrar. Esa era la señal de que Dios había aceptado la ofrenda y de la presencia de Dios en aquella casa.
A esto sigue de inmediato un relato de las impresionantes conquistas y la gloria del reino. En el capítulo 9 encontramos la historia de la visita de la reina de Saba, que es una imagen que ilustra de manera maravillosa cómo Dios tenía la intención de que toda la tierra conociese la historia de su gracia. Los judíos, en los días de Israel, no fueron enviados por todo el mundo, como nos ha sido mandado hacer a nosotros en la Gran Comisión (Mat. 28:19, 20). La gracia de Dios se puso de manifiesto mediante el establecimiento de una tierra, un pueblo y un lugar que fue maravillosamente bendecido por Dios, algo evidentemente diferente de todo cuanto existía a su alrededor, de modo que la noticia de lo que había sucedido llegó hasta los últimos rincones de la tierra y vinieron a Jerusalén personas de toda la tierra con el propósito de enterarse cuál era el secreto de lo que Dios había hecho.
Esta es una imagen que nos muestra el método supremo que usa Dios en el evangelismo. Cada creyente, dondequiera que se encuentre en el mundo, debe vivir esta clase de vida con el Espíritu de Dios morando en el templo y controlando su voluntad. Cuando los creyentes andan en obediencia al Espíritu que mora en ellos, sus vidas manifestarán de tal manera la victoria, el gozo, la bendición, la prosperidad y la alegría del Señor que el pueblo alrededor preguntará: "¿Qué hay en estas personas? Queremos saber de qué trata todo esto. Cuando la reina de Saba fue a ver a Salomón, lo vio (9:3b-4):
"...la casa que había edificado, los manjares de su mesa, las sillas de sus servidores, la presentación y las vestiduras de sus siervos, sus coperos y sus vestiduras, y los holocaustos que él ofrecía en la casa de Jehová..."
Cuando vio todo esto: "...se quedó sin aliento. ¡Era verdad lo que había oído en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría! Yo no creía sus palabras, hasta que vine, y mis ojos lo han visto. Y he aquí que no se me había contado ni la mitad de la grandeza de tu sabiduría. Tú superas la fama que yo había oído. (9:5-6) ¿Ha pasado usted alguna vez por la experiencia de Salomón? ¿Le ha dicho alguna alguien después de conocerle íntimamente: "sabe usted una cosa, hay algo en su vida que me atrajo desde la primera vez que le vi. Ahora sé cuál es el secreto. Usted está descansando, el fondo de su corazón, en el gran sacrificio del Señor Jesús? Esto es lo que dice Pedro:
"...santificad en vuestros corazones a Cristo como Señor y estad siempre listos para responder a todo el que os pida razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia..." (1ª Ped. 3:15)
Este es el método de evangelismo que usa Dios.