Dios nos trata como hijos. Nos comprende, nos perdona, nos abraza y nos ama aún cuando nos equivocamos.
Esta relación de hijos con el Señor debe crecer. Debe ser alimentada cada día cada momento estudiando y escuchando su palabra, con oraciones y la práctica de la caridad. Perdonando a quien nos hace mal.
Comportemonos como hijos de Dios sin desanimarnos por nuestras caídas y errores. Podemos sentirnos amados por Él sabiendo y confiando que Él es nuestra fuerza y seguridad. Por que Él siempre es fiel.
Ser hijos de Dios no sólo se reduce a cumplir sus mandamientos. Es entender y no olvidar que somos sus hijos. Debemos pensar, actuar y amar como Él. Dejando que Él tome posesión de toda nuestra vida y existencia para que la cambie, la transforme y la libere de las tinieblas del mal y del pecado. Amén Señor Jesús!