Aún cuando parezca que no hay salida, Dios nunca se olvida de los justos. Pero que hay de los que no somos justos y llevamos una vida pecadora.
No debemos temer ya que Jesús derramó su preciosa sangre en la cruz para que todos nuestros pecados fuesen perdonados. Una muerte tan terrible para que nuestros pecados fuesen anulados. Desde lo alto el nos mira. Y desde antes de nacer nos conocía. Cada uno de nosotros somos únicos delante de los ojos de Dios. Aún con nuestras debilidades, Él nos ofrece el perdón a cambio de un arrepentimiento sincero.
Deseo compartir una hermosa historia de justicia divina. Mientras leemos, podemos ver como la maldad se disfraza y nos lleva hasta el borde de la muerte. Pero la justicia divina y la protección de Dios siempre está lista cuando pedimos su ayuda. Busquemos la ayuda de Dios a través de la oración. Pulsa el siguiente enlace para leer la historia de Susana y los jueces mentirosos. Mi mayor deseo es que está palabra y lectura llegue al fondo de sus corazones. Y que la bendición del Espíritu Santo este con todos vosotros amén.
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